Lo has puesto en la carta a los Reyes, quieres el Pokémon Plata para tu nueva GameBoy Color. Así que la mañana del 6 de Enero te encuentras un paquetito con el juego. Juegas durante horas, muchas horas, muchísimas horas; ya eres un maestro Pokémon, te has pasado la liga y te conoces a la perfección Kanto y Johto. Además tienes a Entei, a Lugia, a Mewtwo, etc… Y todo, por el precio de un juego, lo cual a priori es lo normal. Y como nosotros echamos de menos esa bonita época, hemos querido remontarnos a cuando los juegos se vendían completos, sin DLCs.
Los videojuegos antes de internet
Las consolas, tanto portátiles como sobremesa, hasta la PS3/XBOX 360, carecían de conexión a Internet o la utilidad de esta se limitaba a jugar online. Es por eso que los DLCs (Contenido descargable) eran impensables, además, tampoco contaban con grandes unidades de memoria, por lo que no se podían almacenar juegos en la consola (ni en las Memory Cards).
Salvo excepciones, como el Final Fantasy VII en PSone, los juegos venían en un disco, o cartucho, único, que incluía el juego, y este venía completo. Si los creadores tenían más ideas las plasmaban en una secuela. Paralelamente, en PC, sí existían expansiones, pero, no eran algo habitual, y solían salir para reforzar un juego, generalmente popular. El mejor ejemplo de esto es el juego de los SIMS, que, por ejemplo, permitió a EA mantener activo un juego durante 5 años con lanzamientos regulares de expansiones, las cuales añadían bastante contenido.
Eran buenos tiempos en los que pagar el precio completo de un juego implicaba poder jugar un juego completo y largo, sin preocupaciones. No obstante, con la llegada de el internet a las consolas y la mejora de las conexiones la cosa cambió a peor.
DLCs, la gallina de los huevos de oro para las grandes compañías
El problema de los DLCs no es su existencia en sí, ni si quiera que sean de pago, el problema es que las grandes distribuidoras lo utilizan para sacar el mayor dinero posible a un juego que saben que estará muerto en muy pocos meses y así aumentar los beneficios obtenidos con el mismo aún más.
Call of Duty es el mejor ejemplo del mal que hacen los DLCs. Desde el Call of Duty 2, cada año hemos tenido una entrega, llegando hasta la número 12 (Infinite Warfare). A partir del CoD4 (que fue objeto del primer #TBTGizlogic) Activision decidió que los DLCs podrían ser la respuesta para poder nadar en billetes. Los primeros títulos solo tuvieron un DLC, o 2. Pero cuando llegó MW3 la cosa se desató. Modern Warfare 3 contaba con 4 DLCs, cada uno con un precio de unos 15€, así que a los 60€ del juego hay que añadir otros 60. ¿Lo peor? Un año después del lanzamiento del juego, llega Black Ops 2 y MW3 deja de tener soporte.
El caso más flagrante, muy llamativo en las redes sociales, ha sido el de Star Wars Battlefront. Este juego es multijugador, en ello se basa y es su principal baza. Sin embargo, EA decidió que con 13 mapas era más que suficiente por 60€, pero si quieres más, no te preocupes, EA te lo va a vender.
Es por eso que todos odiamos los DLCs. Y por eso, queríamos recordar lo que eran los videojuegos antes de que el contenido descargable adicional dominase el mercado.