Queridos nacidos después del año… ¿2000? Pongamos el cambio de milenio como el momento en el que todo cambió, una especie de Big Bang que hizo que nuestras vidas ya no volvieran a ser lo mismo. ¿Exagero? Probablemente. Pero no puedo evitar sentir nostalgia por todos aquellos que no han vivido su adolescencia sin WhatsApp, ni Facebook, ni un smartphone constantemente entre las manos. Sois la generación con los dedos más rápidos, lo cual puede ser muy práctico en ciertas ocasiones, pero nunca conoceréis emociones como la de esperar impacientes a llegar a casa para conectarse al Messenger o la ilusión al «cartearse» (¿sigue existiendo ese verbo?) con esa amiga que se mudó a cientos o miles de kilómetros y a la que le prometimos amistad eterna y mínimo una carta al mes (escrita a mano).
Queridos nacidos después del año 2000: bienvenidos a la vida antes de Whatsapp.
Así era la vida antes de Whatsapp
Hay una frase que dice «menos mal que hice todas mis tonterías de juventud antes de Internet». La generación de nuestros padres nunca sabrá lo que es el pánico absoluto que te recorre el cuerpo cuando, en esas mañanas de domingo (o de martes, si has ido a una fiesta de MásMóvil y la cosa se te ha ido de las manos) en las que solo quieres que alguien te inyecte Espidifen en vena, coges el móvil y ves la notificación de una nueva etiqueta en Facebook. Benditos esos guateques en los que, como mucho, te llamaban al fijo al día siguiente para decirte que te sacaron una Polaroid cantando el último éxito de Los Pecos con un par de calimochos de más.
Luego estamos nosotros, esos que vivimos un poco en el limbo, los que ahora rondamos los 30 (qué mal me siguen sonando, c***) y que en nuestra adolescencia la tecnología empezó a tomar el control. El messenger, el iRC, los primeros móviles con cámaras VGA… qué modernos nos creíamos. Qué inocentes. Por aquella época, apareció también un tal Badoo, que aunque no era para nada ni la sombra de lo que ahora es, fue una de las primeras pistas que nos trataba de advertir que Internet iba a degenerar… y mucho.
No había Whatsapp, no había internet móvil y, aunque sí había redes sociales (menos mal que Fotolog y Tuenti ya se quemaron en la hoguera ellos solos), cuando salíamos a la calle éramos libres. Si el chico que nos gustaba nos hablaba por Messenger, estábamos deseando regresar a casa para que nos zumbara (zumbidos, hablo de enviar zumbidos, no me seáis malpensados).
Y ahora… lo queremos todo y lo queremos ya. ¿Culpa de la tecnología o simplemente nos hemos vuelto un poquito tontos?
Los nacidos en los 80 aprendimos el valor del tiempo, de la paciencia. Podíamos salir, hacer nuestra vida y sí, volver a casa y pasar horas frente al ordenador con nuestra música del Emule mientras poníamos colorines en el nick de Messenger. Ahora, cerramos los ojos por la noche con el móvil en la mano y los volvemos a abrir igual. Y si alguien nos deja en visto, armamos la Tercera Guerra Mundial, porque… ¿qué puede tener que hacer que no sea contestarme YA? Whatsapp (y derivados) ha monopolizado nuestra vida, se ha perdido el encanto de la espera, la inmediatez ha ganado la partida y aunque no te niego que me parece lo más práctico del mundo y que no me gustaría volver atrás porque soy demasiado pragmática como para renunciar al progreso, también me alegro de haber podido vivir las dos caras de la moneda.
¿Recuerdas cómo era tu vida antes de Whatsapp? O si por el contrario no has conocido otra cosa, ¿te imaginas cómo sería volver atrás?